jueves, 29 de mayo de 2014

'Así funciona el Ego' por Wayne Dyer




1. NO TE SIENTAS OFENDIDO.


Lo que te ofende sólo contribuye a debilitarte.

Si buscas ocasiones para sentirte ofendido, las encontrarás cada dos por tres.Sentirse ofendido crea la misma energía destructiva que te ofendió y que lleva al ataque, al contraataque y a la guerra.

2. LIBÉRATE DE LA NECESIDAD DE GANAR.


Al ego le encanta dividirnos entre ganadores y perdedores. Es imposible ganar todo el tiempo. Siempre habrá alguien más rápido, más joven, más fuerte, más listo y con más suere que tú. Tú no eres tus victorias.


3. LIBÉRATE DE LA NECESIDAD DE TENER RAZÓN.


Olvidarse de esto es como decirle a tu ego: "No soy tu esclavo".
Pregúntale: "¿Quiero ser feliz o tener la razón?".


4. LIBÉRATE DE LA NECESIDAD DE SER SUPERIOR.

La verdadera nobleza no tiene nada que ver con ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de lo que eras antes. Céntrate en tu crecimiento.

5. LIBÉRATE DE LA NECESIDAD DE TENER MÁS.

Por mucho que logres y adquieras tu ego insistirá en que no es suficiente.Como dijo San Francisco de Asís: "...es en dar cuando recibimos".


6. LIBÉRATE DE LA NECESIDAD DE IDENTIFICARTE CON TUS LOGROS.

Cuando te apegas a esos logros y crees que lo estás consiguiendo tú solo es cuando abandonas la paz.


7. LIBÉRATE DE TU FAMA.


La fama que tienes no está localizada en ti sino en la mente de los demás, por consiguiente, no ejerces ningún control sobre ella.
Si te preocupas demasiado por cómo te van a percibir las personas te habrás desconectado de la verdadera intención.


ASÍ FUNCIONA EL EGO.
WAYNE DYER
El poder de la intención

miércoles, 28 de mayo de 2014

'12 formas que destruyen tu credibilidad' por Martina MacGowan



1. La falta de respeto al tiempo de los demás. Como “el tiempo es dinero”, todas aquellas personas que llegan tarde sistemáticamente, que son impuntuales en las reuniones, que cancelan sus citas a última hora, que son un desastre con la gestión de su tiempo se vuelven poco creíbles.

2. La escucha no sincera. Aquell@s que no prestan atención a lo que se les dice, que no miran a los ojos, que escuchan a medias o nada en absoluto, tiran su reputación por los suelos. Es una cuestión de claridad y de responder amablemente.

3. La inacción. Cuando se trabaja en equipo, hemos de cumplir lo que nos comprometimos a realizar. L@s líderes han de pasar tiempo en las trincheras, ayudando a su gente con los trabajos menos glamurosos.

4. La práctica de la microgestión. En lugar de delegar adecuadamente, meternos en los pequeños asuntos cotidianos. 

5. Ignorar las promesas y los acuerdos. Cuando se promete algo, hemos de llevar a cabo un plan de acción para cumplirlo. La gente que falta a su palabra pierde su credibilidad.

6. Poner excusas. Hay todo un catálogo: “se me olvidó”, “es que creía que…”, “lo entendí mal”, “es que no tuve tiempo”. Quien se excusa, queda expuesto.

7. No apoyar a las personas. Cuando nos presentan una idea o una propuesta, más allá de decir (con mayor o menor honestidad) que es magnífica y dejarla “en caída libre”, hemos de apoyarla de verdad si creemos en ella.

8. Asegurar que tú eres el más importante. Ponerte medallas, buscar el protagonismo, evidenciar que tú eres mejor… La falta de humildad se paga.

9. Echar la culpa a los demás. Cuando las cosas no salen, culpabiliza al resto del equipo y trata de salir “de rositas”. Te ganarás una fama de egoísta, individualista e incluso traidor.

10. Abusar de tus relaciones. Habla solo con tus contactos cuando tengas que pedirles algo, ve directo al grano… Las relaciones han de partir de la generosidad, o “se te verá el plumero”.

11. El abandono de los proyectos. Elige solo proyectos estrella, que te hagan “quedar bien”. Y si la cosa se tuerce, déjalo y ve a otra cosa. Este tipo de conductas minarán tu credibilidad al máximo.

12. No aceptar la crítica. Cuando alguien, de confianza, te diga honestamente en qué cree que tiene que mejorar, no le escuches, pon justificaciones, olvídalo. Sin mejora, tu ego quedará fortalecido y tu credibilidad se hundirá.

martes, 27 de mayo de 2014

LAS CLAVES DE LAURA ROJAS Y FERNANDO MORA: La receta para ser quien quieres ser:


Laura Rojas Marco y Fernando Mora. (TEDxAndorra/RTVE)

Serás lo que quieras ser. Ocho razones para tomar el destino en tus manos(Conecta)
En este libro recientemente publicado, ocho protagonistas de diferentes campos profesionales ofrecen un abanico de perspectivas para dar un mayor sentido a nuestras vidas. Desde el eminente cardiólogo Valentín Fuster hasta Isidre Esteve, el piloto dakariano que comenzó una nueva vida en silla de ruedas tras un accidente. 
El Confidencial ha tenido la oportunidad de reunir a dos de los autores para debatir y proponer claves, pautas e ideas para el crecimiento personal. Por un lado, Laura Rojas Marcos, psicóloga en activo, licenciada por la Universidad de Nueva York,  y con una amplia formación intelectual y experiencia profesional. Por otro, Fernando Mora, catedrático de fisiología humana de la Universidad Complutense de Madrid, y autor de numerosos libros sobre el cerebro. Si por algo ha destacado la conversación entre ambos ha sido por el conocimiento y la pasión que ambos han derrochado en sus exposiciones.

Para empezar, ¿podemos tomar conciencia de nuestra capacidad para tener en nuestras manos nuestro destino personal?

Laura Rojas Marcos: en mi experiencia creo que sí, somos nuestro cerebro, y podemos moldear todas nuestras conexiones neurológicas. Esto hace que podamos controlar nuestros hábitos, nuestra manera de pensar y decidir la actitud que queremos tener para afrontar situaciones difíciles o placenteras.Tenemos un porcentaje de control bastante alto sobre nuestra vida y decisiones. Existe un pequeño factor que puede ser llamado suerte, pero cómo abordamos esto con nuestras decisiones también influye en el resultado. Y la pregunta sería: ¿cuál es este resultado, qué objetivo, qué quiero aprender?

Francisco Mora: La neurociencia cognitiva es la gran revolución de nuestro tiempo porque nos ubica donde nos corresponde. Somos producto de un proceso de millones de años, y los códigos de nuestro cerebro, los que dirigen nuestra conducta, son el resultado de todas las vicisitudes de este largo peregrinaje. Por ejemplo, la necesidad de que hagamos ejercicio físico, porque está en los códigos de nuestro cerebro, no es invento de los americanos. Esta es una pequeña reflexión para responder afirmativamente, sabemos que los buenos hábitos de vida tienen un beneficio extraordinario, y son el 75 por ciento de todo aquello que hace que podamos no padecer alguna enfermedad. Y los estilos de vida podemos decidirlos nosotros…

LRM: Este concepto de la prevención, que tanto trabajamos en la psicología clínica, lo estamos intentando aplicar con determinados aprendizajes, por ejemplo el conocimiento de uno mismo, de habilidades interpersonales, y esto puede prevenir determinadas enfermedades. Por ejemplo, con una persona con predisposición a la ansiedad o la depresión, a través de esos aprendizajes y herramientas (el ejercicio, por ejemplo) podemos prevenir muchos trastornos mentales. La ansiedad se puede tratar, pero también prevenir.




LRM: Vivimos en un mundo de un cambio extraordinario, todo sucede muy deprisa, lo que nos exige la capacidad de aprendizaje, de aplicar estas herramientas para adaptarnos al cambio, sea el que sea, científico, familiar, personal, laboral… Yo diría que es la capacidad de adaptarse al cambio y a toda esta enorme cantidad de información que genera nuestro entorno.

Y, en este sentido, la neurociencia, con los descubrimientos que está logrando sobre nuestro cerebro, ¿qué respuesta tiene para el individuo?

FM: La neurociencia lo que te dice es ‘hay que cambiar los estilos de vida’, adaptarte a los cambios, sí, pero también cambiar la esencia de los estilos de vida, que hoy son equivocados. Nosotros vivimos en una sociedad enormemente estresada, y el estrés en uno de los determinantes del etéreo proceso que sufre el cerebro.

El estrés no controlado, el que impide tener las riendas de lo que está sucediendo, te produce el cortisol, unas hormonas que entran dentro del cerebro y deterioran los circuitos cerebrales, particularmente en las áreas que tienen que ver con la memoria, el aprendizaje y la emoción. Por tanto, hay que cambiar las situaciones de estrés. ¿Cómo? Cambiando muchas cosas pero, la primera, basada en rigurosa ciencia, es la ingesta calórica. Comemos más de lo que es necesario, de lo que hemos aprendido en la evolución, porque nos hemos hecho sedentarios. ¿Y por qué nos hemos hecho sedentarios? Porque tenemos un cerebro de un kilo de peso y ahora no tenemos que enfrentarnos a ningún elefante ni un tigre…

Entonces, si los desafíos actuales no responden a aquellos a los que nos ha modelado la evolución, para la psicología, Laura, ¿cómo está respondiendo el ser humano según su experiencia?

LRM: Como explica Francisco, la respuesta es el estrés, pero este tiene distintos matices. Está el positivo, que nos motiva y nos ayuda a la hora de centrarnos, el que nos pone las pilas… Porque esa capacidad adaptativa ya la llevamos dentro por la evolución. Y después está el estrés negativo, que siempre ha existido, y ha sido una fuente de aprendizaje para encontrar soluciones. Esto también es crecimiento, pero hoy día estoy encontrando que está afectando mucho anímicamente a la gente. Hay muchas personas con mucho estrés, pero también hay muchas personas que han estado muy cómodas mentalmente, y la comodidad en la evolución no existe.

FM: Exactamente, el cerebro necesita evitar la comodidad para seguir evolucionando y creando conexiones cerebrales nuevas, esto es fundamental para la salud…

LRM: El estrés negativo forma parte de la vida y tenemos que aceptarlo, pero vivimos en una sociedad que no se acepta, y además se asocia al ‘derecho a’, yo ‘tengo derecho a que me den…’. Hay una parte de la sociedad que permanece en ese estado, y parte de esta crisis de valores y existencial se debe a esto…

En España, en nuestra relación con quienes nos gobiernan, ¿no vivimos también como individuos en el “que me den todo hecho”, en una suerte de ‘infantilismo social’?

LRM: No toda la sociedad, claro, pero sí amplios sectores. Esto es propio de una sociedad adolescente, porque un adolescente te dice “quiero mi independencia, soy invulnerable” (en la adolescencia las cosas le pasan a los demás) pero además es exigente, “tú me tienes que dar a mí”. Y a lo mejor se trata más de aportar.

El adulto, la persona madura, es alguien consciente de cuáles son sus derechos y sus obligaciones, la disciplina, la responsabilidad ante cosas que, aunque no quieras, has de hacerlas por sentido de responsabilidad. Hoy día, por ejemplo, un tema muy interesante en la crisis es el de la responsabilidad de los bancos, pero ¿no tendrán también responsabilidad las personas que se endeudan consigo mismas y por encima de sus posibilidades? Una de las primeras lecciones que aprendí de mis padres es que no debes gastar más de lo que tienes.

FM: A mí me gusta el matiz de lo que acaba de decir, porque ella ha vivido en una sociedad (Estados Unidos) donde se mama y se cultiva el que te tienes que hacer desde pequeñito.

Usted también ha vivido allí, Francisco…

FM: Sí, y allí no se entiende que a partir de los dieciséis tú sigas en la familia, son los propios padres los que, si no hay dinero para llevarte a la universidad que está a veinte kilómetros, te dicen que trabajes para pagarlo…Tú te tienes que hacer, y construirte a ti mismo, te dice la neurociencia, tienes que cortar tú las raíces…

Pues en el inconsciente colectivo español parece que esta idea no está muy cuajada…

En España no hay cultura de la excelencia, de la individualidad, del esfuerzoLRM: Esta una sociedad enmadrada, y muy sobreprotegida. Yo trabajo con familias, y hay gente en casa de sus padres hasta los cuarenta años diciendo “mamá y papá me lo tienen que solucionar todo…”. Y no hablo de problemas de separaciones y problemas económicos, sino de que uno decide quedarse en casa porque es más cómodo y, además, no aporta, porque "soy el hijo o la hija y aquí me quedo"… De esto tienen la culpa ¿los políticos?, ¿los padres?, ¿el sistema?

Hay muchas cosas que cuestionar en nuestra forma de vida. En Estados Unidos frecuentemente te vas fuera de casa a los diecisiete o dieciocho años, y no es lo mismo cómo afrontas tu formación académica si tú participas en el gasto y trabajas de camarero para pagártela, por ejemplo, que si la pagan tus padres o el Estado.

Pues recientemente el ministro de Educación estableció un baremo para las becas en función de los resultados, notas y talento, y la sociedad le ha obligado a bajar el listón…

FM: Aquí prima el todo para todos…

LRM: Y el que destaque, no, tú mejor estás con el resto…

FM: En este terreno estamos absolutamente equivocados. Aquí no hay cultura de la excelencia, de la individualidad, del esfuerzo. Recuerdo que hace un año, cuando vino Obama a nuestra universidad, nos invitaron a los profesores, y nos dijo: “¿Sabéis cuándo he terminado yo de pagar mi préstamo para poder haber estado en la universidad?, pues hace diez años…”. ¡Un presidente de los Estados Unidos! ¡Hace diez años!

Aquí ya hemos visto incluso que el nivel de inglés de nuestros líderes políticos, por ejemplo…

LRM: ¡Bueno! ¡Esa es otra película!...

FM: Pero yo estoy viendo que aquí en España está cambiando, hay una concienciación de la importancia de hablar inglés, otros idiomas y comprender otras culturas. Es un cambio muy positivo. No conozco a nadie ahora que no le produzca angustia no hablar inglés, y es algo que valoro una barbaridad. Aquí la gente se reía de otros por hablar inglés, la vergüenza, el ridículo…

Bien, y si estamos de acuerdo en que tenemos más capacidad de la que creemos para coger las riendas de nuestro destino personal, tampoco resulta tan fácil modificarse uno mismo con la disciplina y persistencia necesaria ¿Cómo nos puede ayudar el neurocientífico y la psicóloga en este aspecto?

LRM: Me encanta esta pregunta porque, al fin y al cabo, como psicóloga y terapeuta todos los días trabajo con personas en proyectos de vida, de cambio, porque nadie viene a contarte alegrías. Y en todo proyecto, sea el que sea, hay un qué quiero cambiar, cómo y cuándo quiero hacerlo. La clave para todo cambio es en el ‘cómo’. Y el primer paso es identificar cuál es mi objetivo. Hay que ponerle un título y que sea muy claro. Una vez identificado, piensas en los recursos que tienes, económicos, de ayuda social, económicos, intelectuales. Y los empiezas a aplicar. Tiene que haber una parte activa, y crear un hábito. Esto último no es fácil…

Aquí entra el neurocientífico ¿no? porque el hábito es la clave para crear sólidas redes neuronales en el cerebro. La repetición no es un capricho, tiene un sentido…

FM: Eso es correctísimo, repetir es la base sobre la que cambian las sinapsis, los circuitos que codifican para funciones específicas, o el objetivo como ha dicho Laura que se pretende alcanzar, el ejercicio físico, aprender un idioma, en fin, lo que tú quieras, pero repetir, sí… Y esto los docentes lo sabemos muy bien de modo muy reciente. Nos hemos dado cuenta que repetir las cosas es un proceso mismo de aprendizaje, en términos neurológicos significa reforzar las sinapsis, esto a nivel de laboratorio lo sabemos muy bien, cuando repites el estímulo de una vía cerebral has de hacerlo para que cuando no los repitas quede estructurado en el cerebro y de esta estructura sale la función.

Hay una técnica que se llama la ‘repetición convergente’, que se trata de no aburrir, no repetir lo mismo con las mismas palabras. Si mi concepto es para mí importante y también para los estudiantes, instrumento argumentos desde una perspectiva a/, desde una b/, y una c/, pero convergentemente hacia el mismo punto. Así, el estudiante no se aburre y su cerebro, si duerme bien, ancla los procesos de aprendizaje en lo que se llama técnicamente una consolidación de la memoria.

Y, fundamentalmente, está no solo repetir, sino equivocarte, que esto no lo sabe mucha gente. Hoy también empezamos a saber que hay que equivocarse para que entre el componente emocional que te hace anclar lo que verdaderamente hay que aprender bien. Ese ¡aaah¡ que te sale después de descubrir un error, el cerebro te lo ancla. No hay nada en el cerebro, nada, ni los abstractos más puros matemáticos que no se construyan con color emocional. La emoción es la esencia del mamífero, somos seres emocionales más que racionales. Nuestra razón es muy pequeñita, y nuestra emoción enorme.

¿Y hasta qué punto estas experiencias empapan nuestro sistema educativo? ¿No hay demasiado dato y pocas herramientas de conocimiento personal?

LRM: Debo decir también que hay algo que está cambiando en nuestro sistema educativo, se está aceptando que resulta fundamental abordar el tema relacionado con la inteligencia emocional y, de hecho, en algunas escuelas que conozco aquí en la Comunidad de Madrid, se ha empezado a incorporar en el curso académico. Todavía creo que hay que pulir muchísimo y darle una estructura, pero tanto padres como profesores consideran importante abordar este tema. No estamos hablando de valores, aunque algunas emociones estén vinculadas a valores humanista. Y, en este sentido, hay una línea muy fina para ver dónde llegan los padres, y cuál es el papel de los profesores, que es importante. Hoy, muchos profesores y padres se están poniendo de acuerdo para construir esta área que es crucial. Porque la clave de la inteligencia emocional es conocer las emociones, a ti mismo y a los demás.

En esta tarea de construirnos a nosotros mismos, ¿no tenemos que ser muy rigurosos, selectivos y disciplinados en nuestra vida cotidiana con aquello que entra en nuestra mente, relaciones sociales, lecturas, conversaciones, hábitos...? Sería la ‘regla de oro’ de la que habla en el libro, Francisco…

FM: Sí, pero esto es muy difícil, la cultura te come. Cuando hablamos de cambiar los estilos de vida, si te digo que no debes comer más de 1.500 calorías diarias o debes evitar ir con el amigo a tomar la cervecita y las aceitunas. ¿Tú le dices esto a tu amigo? Es muy difícil, y si eres joven y conquistar a la chica, duras dos días… El determinante cultural es muy importante, tanto, que te hace muy difícil romper los estilos de vida que llevas y los que tendrías que sustituir.

La emoción es la esencia del mamífero, somos seres emocionales más que racionalesY todo ello nace y tiene sus raíces en el colegio, en las raíces que hay que colocar en los niños en los colegios. El sistema hay que transformarlo, no en el niño, sino en el maestro, seleccionando al maestro, que puede y debe ser una de las más excelsas figuras que tiene un país si queremos construir una cultura. Al maestro hay que enseñarle a que sea tan embargadamente consciente de que va a transformar la física y la química del cerebro de los niños. Un niño, desde que nace hasta los siete u ocho años, tiene formándose millones de conexiones al día. Aquí entra el maestro en juego para que el proceso vaya en una dirección u otra. Es una enorme responsabilidad de transformar la que tiene el maestro en una cultura que quiere responsabilizarse de sus ciudadanos. Esa conciencia no la tiene un maestro hoy. No hablo en su detrimento, sólo hablo de una realidad.

También los padres contribuyen a la formación de esas conexiones sinápticas y su cerebro. Por lo tanto, la responsabilidad paternal hacia nuestro hijos es brutal…

LRM: Yo después soy la que ve a los chicos y chicas víctimas de los abusos verbales de los padres, de su educación… Y se tardan años en poner remedio, porque son los primeros mensajes, los primeros momentos de apego. El apego de ese bebé es fundamental, ahí es donde se empiezan a formar los estímulos afectivos. Todo ocurre por primera vez en el entorno familiar. La estimulación emocional e intelectual en estos primeros años es fundamental para construir su cerebro.

FM: De todas formas, el matiz que quiero introducir es que el colegio nunca puede sustituir esto. El colegio no es solo instrucción. Y aquí es donde la cultura postindustrial nos puso en este mundo, el colegio estaba para crear gente social, para crear normas sociales que se respetan, y esto solo se puede aprender en el colegio. Hoy la sociedad no te permite decir ‘a mis hijos los educo yo’, porque el colegio es el niño interactuando con otros, grabando en su cerebro normas que los padres no pueden dar. Esto no se puede sustituir, tiene una entidad de por sí. Por eso decía antes lo del papel trascendental del colegio si queremos ciudadanos con una raíz ética… En este país, en España, la picardía… Esto en países donde se tiene esta raíz ética, estas palabras no existen.

Entonces, si queremos tomar las riendas de nuestra vida, los valores colectivos son la expresión final de los individuales. Entonces, la corrupción en España ¿a qué puede atribuirse?

FM: Pues a una cultura que nació hace siglos, la picaresca. En España vivimos en la cultura del “qué listo es mi chico, que se ha colado en la cola”, la inteligencia zorruna que yo le llamo. Esto ha sido primado aquí durante siglos, y es el anclaje a una cultura tan negativa como la que nos ha llevado a lo que tenemos actualmente. No es que no tengamos en nuestra esencia el ser pícaros, evidentemente, forma parte de un instinto de supervivencia, nacemos de que le hemos quitado en la selva algo para comer al que está al lado nuestro para sobrevivir, eso está ahí. La cuestión es crear normas capaces para no crear y facilitar la cultura de la picaresca, como han hecho otros países. Esto nos lleva a la deshonestidad que estamos viendo todos los días.

LRM: Además, me gustaría añadir algo más a esto tan importante que está diciendo. ¿Y cuál es el pilar de la picaresca al margen del instinto? Pues creo que es el ‘sentimiento de derecho’, ‘tengo derecho a coger esto que es tuyo porque yo lo quiero’, y me siento con derecho, con lo cual actúo para engañarte y robarte porque yo lo quiero. Y me das igual tú.

FM: ¿Y esto dónde se ancla Laura? ¡En los niños y en el colegio! ¡En los valores!…

¿Y en el ejemplo de las élites, no? Porque si en España vemos a nuestras élites… ¿Dónde está su responsabilidad social?

FM: Sin duda. Pero si el líder social, político y económico no la tiene ¿Cómo la va a ejercer? Pero ¿has visto los dirigentes que tenemos en este país? Gentes que están completamente desconectadas de la realidad.

Cuando tú hablas de economía y tienes tres premios Nóbel detrás, siendo tú el político, tienes un basamento que te da respeto¿Sabéis lo que es la ciencia en este país? Te lo puedo decir yo. ¡Una falta de cultura total del valor que tiene la ciencia! Pero no como ciencia en sí, sino por nuestra dignidad ¡Que no tenemos un Premio Nóbel desde 1906, ni trazas de tenerlo! ¿Sabes lo que significa esto? La dignificación de un país cuando tú estás en un foro. Cuando tú hablas de economía y tienes tres premios Nóbel detrás, siendo tú el político, tienes un basamento que te da respeto. Pero cuando tú llegas y ni siquiera hablas inglés, y tampoco tienes ‘Nóbeles’ que te den ese sello de dignidad pensante de un país como es la ciencia, hemos terminado. ¿Y estos son los que nos dirigen? A través de artículos se lo he dicho a Rajoy ¿Usted sabe lo que sería que se dirigiese al país y nos dijera que iba a vehiculizar la política hacia la creación de ciencia? Porque significa dinero, riqueza, conocimiento. Y dignidad.

Desde sus respectivas experiencias cotidianas, ¿qué descubrimientos en su labor más les han llamado la atención de modo que sea de utilidad cotidiana para responsabilizarnos más de nuestras vidas y seguir creciendo?

LRM: Algo que descubro todos los días desde hace más de veinticinco años:la capacidad y la fuerza del ser humano para cambiar cuando toma esa decisión. El que se lo propone consigue sus objetivos, te diría al noventa por ciento. Puede llevar más o menos tiempo, pero si uno cree de verdad, lo vas a conseguir. Con ayuda, trabajo, esfuerzo, sufrimiento… Y todavía se me ponen los pelos de punta cuando pienso en ello. Cuando veo esa mirada, ese “¡lo he pillado, lo entiendo!”. Y a partir de ahí no hay vuelta atrás, ya sé que ese cambio está en marcha. Y la esperanza, incluso en los más desesperanzados. Porque cuando crees en algo, y construyes una pautas, es posible. Me da esperanza, me encanta, y me da felicidad ver esto.

FM: Desde el cerebro, desde la ciencia, lo que aporta la neurociencia cognitiva es apoyar al cien por cien lo que ha dicho Laura, y eso que se llama ‘energía’, que es la emoción, la fuerza que te lleva a realizar un propósito. La involucración emocional, la participación de una energía que no sabes definir pero sabes que te lleva. Lo que la neurociencia está aportando de una manera clara, es que la raíz de lo que llamamos ‘humano’ es la emoción. Y cuando se hace consciente, es lo que llamamos sentimientos. La razón en las decisiones es importante para un ajuste final, pero lo que te empuje a decidir sobre algo es todo lo que has aprendido emocionalmente en tu vida.

Pues un consejo final de cada uno para terminar, por favor…

FM: ¡Hazte a ti mismo! No intentes conocerte a ti mismo, Sócrates estaba equivocado, no existe el ‘tí mismo’, porque eres un ser cambiante constantemente. Sólo hay que mirar hacia delante en la vida, como ha dicho Laura, sabiendo que lo que construyas en tus decisiones, en tu aprender y memorizar, es lo que hará de ti lo que quieres ser. Como actúo ahora mismo, en este mismo instante, me estoy creando, porque en tu día a día te creas ya que el cerebro está cambiando constantemente en su física y en su química, a cada momento. Esto es un valor extraordinario, y la neurociencia te lo está enseñando.


LRM: Como consejo final diría que es importante involucrarse y tener conciencia plena de dónde estoy ahora y de qué quiero para mí y para mi futuro, y ponerse, y hacer un plan, y comprometerse. Con esto todo va a ir fluyendo, habrá un proceso de aprendizaje, y ese yo va a ir cambiando, y también seguiremos aprendiendo con esa experiencia. Aprenderemos de la experiencia.

viernes, 23 de mayo de 2014

Diez Claves para una vida Feliz. Fundación Action for Happiness.


El camino hacia la felicidad es arduo, lleno de baches y señales contradictorias que, en ocasiones, nos pueden hacer perder el norte. Cada persona debe encontrar el suyo propio, pero existen una serie de estrategias comunes a todo el mundo que pueden ayudarnos a transitar hacia esta ansiada meta vital. A partir de una exhaustiva revisión de las últimas investigaciones psicológicas sobre el bienestar, la fundación Action for Happiness ha recopilado las diez claves para una vida feliz. Un decálogo que todos podemos aplicar y que ofrece estrategias con un impacto positivo sobre nuestra felicidad que han sido corroboradas por diversos estudios científicos.

1. Ayuda a los demás

Los humanos somos seres sociales y preocuparse por los demás, tanto desde el punto de vista de los individuos como de la colectividad, es fundamental para potenciar nuestra felicidad. A la luz de los últimos estudios publicados, el proverbio bíblico de que dar es mejor que recibir no parece confundirse. La solidaridad con el prójimo y la ayuda mutua refuerzan y aumentan los lazos sociales, fundamentales para ser felices, y nos reconcilian con un mundo que no siempre nos agrada. Por otra parte, la solidaridad con los demás nos hace sentirnos mejor al potenciar el mundo de las emociones positivas frente la búsqueda efímera e insaciable de la satisfacción material.

2. Pasa más tiempo con tu familia y amigos

Las relaciones sociales son el pilar fundamental de nuestra vida y su contribución al bienestar personal es innegable. La mayoría de estudios sobre esta cuestión han demostrado que cuanto mayor sea el círculo de amistades de una persona más feliz será. Pero no sólo eso, sino que también tendrá una mejor salud y vivirá más años. La familia y los amigos son una fuente constante de cariño y apoyo mutuo, lo que permite aumentar nuestra autoestima, reforzando la confianza en uno mismo y siendo más optimistas. El sentimiento de pertenencia grupal también hace que seamos más seguros y decididos.

3. Abandona el sedentarismo

Al buscar un sentido a todo lo que hacemos y dar significado a nuestra vidas se reduce el estrés, la ansiedad y los cuadros depresivosEl cuerpo y la menta están conectados, por lo que ‘mens sana in corpore sano’, que diría Juvenal. El ejercicio es una fuente de felicidad, que no sólo beneficia a nuestra salud física sino también a la psíquica. El deporte mejora nuestro estado de ánimo, y se han demostrado sus beneficios en las personas con depresión o que están pasando por una mala racha. No se trata de convertirse en un deportista de alto nivel, pues con evitar el sedentarismo y realizar algún tipo de actividad diaria que permita mover un poco nuestros músculos es suficiente. El mero hecho de salir de casa y cambiar el parque por la televisión y el sofá ya es suficiente como para sentirnos mejor.

4. Cálmate y disfruta de cada momento

Cada vez son más los psicólogos que insisten en la necesidad de practicar (o recuperar) el denominado ‘mindfulness’. Se trata de algo tan sencillo como prestar más atención y ser plenamente conscientes de cada momento presente, pero no siempre es asumible en las sociedades modernas marcadas por unos ritmos vitales vertiginosos y llenos de automatismos. Sin embargo, es básico para ahuyentar las preocupaciones y aprender a valorar lo que tenemos y lo que somos.

5. Nunca dejes de seguir aprendiendo

El conocimiento nos hace felices. Aprender cosas nuevas ayuda a mejorar nuestra autoestima, nos hace más creativos y nos permite desarrollar distintashabilidades necesarias para desempeñarnos correctamente en nuestro día a día. Además, poder compartir y contrastar conocimientos con la gente que nos rodea es una actividad que produce muchas satisfacciones.

6. Programa tus objetivos de futuro

Ponernos metas es clave para aumentar nuestra motivación y sentirnos seguros a la hora de afrontar el futuro. Los retos deben ser realistas y alcanzables para evitar un estrés innecesario y que tengan el efecto contrario al esperado. Es mejor ir poniéndose pequeñas metas que nos lleven poco a poco a conseguir un objetivo más ambicioso para poder así experimentar con más asiduidad la sensación de logro y aumentar nuestra satisfacción con nosotros mismos.

7. Desarrolla tu capacidad de resistencia

Ponernos metas es clave para aumentar nuestra motivación y sentirnos seguros a la hora de afrontar el futuroCada uno tiene sus propias estrategias para reducir el impacto de las emociones negativas. La inteligencia emocional es básica en este sentido y se puede entrenar, siempre con la ayuda de los seres queridos para relativizar los traumas, el sentimiento de pérdida o el estrés ante situaciones difíciles. Es lo que se conoce con el nombre de resiliencia, un concepto desarrollado por el neuropsiquiatra Boris Cyrulnik.

8. Cultiva el optimismo

Las emociones positivas como la alegría, la gratitud y, sobre todo, el optimismo, ejercen una beneficiosa influencia en nuestro estado de ánimo. Además, si se experimentan regularmente, generan una suerte de “espiral ascendente” que nos permite alcanzar la felicidad y tener una actitud vital mucho más positiva, según defienden los estudios de psicología positiva. El estado de ánimo tiene inevitablemente sus altibajos, pero con el tiempo podremos desarrollar los recursos necesarios para contrarrestar las emociones negativas y ver siempre el vaso medio lleno, en lugar de verlo medio vacío.

9. Quiérete a ti mismo

Nadie es perfecto, pero a menudo somos demasiado crueles con nosotros mismos. Aprender a relativizar nuestros defectos, al tiempo que potenciamos el aprecio por nuestras virtudes, nos permitirá ser mucho más felices. El primer paso para sentirnos bien pasa por aceptarnos tal y como somos, sin lo cual nunca lograremos evolucionar y hacernos mejores personas. Lo mismo sucede con las personas que nos rodean, hay que aprender a aceptarlas como son, con sus defectos y virtudes para disfrutar más de su compañía, aumentar nuestra capacidad de resiliencia y, en definitiva, nuestro bienestar.

10. Forma parte de algo que trascienda a tu persona

Cuando nuestras vidas están marcadas por un propósito trascendental que sobrepasa la barrera de lo personal tienen un significado que va más allá de lo material y nos permite sentar las bases del bienestar. Al buscar un sentido a todo lo que hacemos y a nuestras vidas en general, se reduce el estrés, la ansiedad y los cuadros depresivos, como han demostrado algunos experimentos psicológicos. Cada uno tiene su forma de trascender, ya sea mediante la política, la solidaridad, la dedicación profesional o la fe religiosa. Las respuestas varían, pero en el fondo todas estas enfocadas a conectar nuestras vidas con algo superior a nosotros.

jueves, 22 de mayo de 2014

'Las cuatro piedras en el camino que siempre ponemos para no ser felices' por Marta Jiménez Serrano


Una encuesta realizada recientemente por Harris revelaba que sólo el 33% de los americanos son muy felices, dato que ha incitado a Gregory L. Jantz a reflexionar sobre el asunto. Jantz es el fundador del Center for Counseling and Health Resources de Washington y ha publicado un artículo en Psychology Today exponiendo qué es aquello que nos aleja de la felicidad y el bienestar en nuestra vida cotidiana. Según él, son cuatro las principales trabas que se interponen entre nosotros y la felicidad.

1. Las expectativas insatisfechas

A veces somos conscientes de ello y otras veces no, pero todos nosotros –explica Jantz– tenemos una serie de expectativas de cara a nuestra vida y a nuestro futuro. También las tenemos de cara a los demás: cómo deben actuar, cómo deben tratarnos. Algunas de esas expectativas se satisfacen a lo largo que pasan los años, pero otras no.

Debemos mantener un equilibrio sano entre tener ilusión y esperar cosas de los demásTenerlas es una importante parte de la vida que ayuda a mantener nuestras relaciones y a que tengamos ilusión por el porvenir. Las expectativas, y las ganas de satisfacerlas, nos hacen ser exigentes con nosotros mismos y con los demás, y contribuye a que nuestras relaciones personales sean saludables.

No obstante, no debemos condicionar nuestra felicidad a esas expectativas. Muchas de ellas son ajenas a nuestro control, de modo que volcar en ellas nuestra satisfacción personal puede resultar muy frustrante. Así, debemos mantener un equilibrio sano entre tener ilusión y esperar cosas de los demás, sin que el incumplimiento de esas ilusiones suponga una total desazón para nosotros.

2. Llevar la cuenta

No tiene sentido aferrarse a un rencor o a un recuerdo negativo cuando las cuentas ya se han saldado y ya nos han pedido perdón. No se trata de compararse continuamente con los demás y llevar la cuenta de lo que nos han hecho o nos han dejado de hacer.

Para librarnos de los rencores, que nos hacen profundamente infelices, debemos centrarnos en otros pensamientos más positivos y más sanos. Jantz propone los siguientes:
Las acciones de la persona que nos ha ofendido no eran una cosa personal, en realidad su actuación es fruto de sus propios dolores e inseguridades.
Cada cual actúa del mejor modo posible según su situación y sus circunstancias vitales.
No vale la pena seguir regodeándose.
A parte de lo que no me gusta de ella, ¿qué hay en esta persona que admiro y aprecio?

Es verdad que en un principio estos comentarios nos parecerán forzados y no tendrán nada que ver con los sentimientos reales que tenemos de cara a la persona que nos ha decepcionado. Por eso es importante poner una atención consciente en ellos: sólo el hecho de querer pensar bien y no mal es un paso fundamental que nos aproxima al perdón sin rencores.

3. El estrés

Solemos percibir que la presión a la que estamos sometidos en nuestro día a día proviene de una fuente externa. Tanto en casa como en el trabajo nos hacemos responsables de las expectativas emocionales y físicas de los demás. Sin embargo, en muchísimos casos el estrés que sentimos está más bien relacionado con las expectativas que nosotros mismos tenemos sobre nuestra persona.

Provenga de donde provenga, el manejo del estrés es fundamental para nuestra salud emocional y física. Jantz da algunos consejos para combatirlo:
La meditación: pasa algunos minutos al día concentrándote en la respiración, haciéndote consciente de tu cuerpo y entrando en un estado de tranquilidad mental.
El ejercicio: 30 minutos diarios de ejercicio físico, yoga o cualquier otra actividad que implique un movimiento corporal tiene efectos positivos en la salud y en nuestro estado de ánimo.
El aire libre: es necesario pasar tiempo fuera, ya que se ha probado que la naturaleza aleja de nosotros el estrés.

4. Las relaciones no resueltas

Muchas veces las situaciones anteriormente citadas están ligadas a una relación inconclusa o no resuelta. La ira y el enfado hacia alguien es un inhibidor fortísimo de la felicidad.

Aunque la relación ya haya concluido, si alguien nos ha hecho daño en el pasado debemos haber cerrado ese capítulo mentalmente, porque si no tal vez no estaremos actuando según nuestros propios deseos, sino contra o para algo. Debemos examinar detenidamente nuestra situación emocional y resolver todos aquellos conflictos que queden pendientes. Empezar de cero es una manera saludable de afrontar el día.

martes, 20 de mayo de 2014

Lecciones para nuestra vida cotidiana que podemos extraer de los estoicos.

Jules Evans es el autor dePhilosophy for Life and Other Dangerous Situations: Ancient Philosophy for Modern Problems y considera que podemos aprender mucho de nuestros antepasados. Confía en la filosofía estoica para combatir muchos de los problemas más acusados de nuestro tiempo, como la ansiedad, la depresión o el descontrol de las emociones.

Evans es periodista, escritor y director del Centre for the History of Emotions en la University of London. Además, colabora con el London Philosophy Club y ha sido considerado por la BBC como uno de los principales pensadores de su generación. Aquí reunimos los que, según él, son los principales aprendizajes que podemos extraer del estoicismo y aplicar a la vida moderna.



1. No son los hechos los que nos hacen sufrir, sino nuestra visión de los hechos

Los estoicos pensaban que podemos transformar nuestras emociones al comprender cómo se relacionan con nuestras creencias y actitudes. A menudo lo que nos hace sufrir no es un acontecimiento en sí, sino la opinión que tenemos del mismo. Podemos empeorar una situación complicada sólo con la actitud con que lidiamos con ella. No significa esto que debamos siempre "pensar en positivo" ni ser optimistas frente a cualquier adversidad, pero sí que debemos abrir nuestra mente para afrontar cualquier evento con serenidad.

2. Nuestras opiniones suelen ser inconscientes, pero podemos advertirlas preguntándonos a nosotros mismos

Sócrates decía que vamos por la vida sonámbulos, inconscientes de lo que nos pasa y sin escucharnos a nosotros mismos. Debemos preguntarnos qué nos gusta, qué no, en qué creemos, por qué tal cosa nos molesta. Los estoicos escribían diarios para seguir la pista de sus sentimientos y analizarlos.

3. No podemos controlar lo que sucede, pero sí nuestra reacción ante ello

El filósofo griego Epícteto dividía la experiencia humana en dos modalidades: las cosas que podemos controlar y las que no. Y éstas últimas son innumerables e incontestables: el resto de la gente, el clima, la economía, nuestra salud, el pasado, el futuro, el amor, el dolor, la muerte...

Pero sí podemos ejercer un control, si lo practicamos, sobre nosotros mismos: cómo actuar, cómo reaccionar. Concentrarse en lo que uno controla es un poderoso modo de reducir la ansiedad y afirmar la autonomía frente a las situaciones caóticas.

4. Elige tu perspectiva con criterio

Siempre podemos elegir con qué perspectiva vemos las cosas, igual que un director de cine elige el ángulo del plano. Uno de los ejercicios que practicaban los estoicos era el de visualizar el universo en toda su vastedad y extensión, para darse cuenta de lo nimios que son los problemas que parecen inundarnos. Del mismo modo, es útil centrarse en el presente: cuando uno se descubre rumiando sobre el pasado o preocupándose por el futuro debe pensar en el ahora. Al fin y al cabo, ni el pasado ni el futuro nos pertenecen.

5. Los hábitos son importantes

Los estoicos dan mucha importancia (como otras corrientes filosóficas modernas) al entrenamiento, la práctica, la repetición: los hábitos, en fin. Somos criaturas tan olvidadizas que necesitamos repetir las ideas una y otra vez hasta que se convierten en hábitos integrados.

6. El trabajo de campo es fundamental

Si estás mejorando en el control de tu temperamento, practica las maneras de no perder el control. Si estás intentando comer mejor, deja de recurrir a la comida basura. Como dijo Séneca, "los estoicos ven todas las adversidades como un entrenamiento". Convierte los obstáculos en peldaños que escalar.

7. La virtud es suficiente para alcanzar la felicidad

El estoicismo no pretendía simplemente que nos sintiésemos bien, sino que viviésemos de acuerdo con la virtud. Creían que uno no halla la felicidad en agentes externos como la riqueza y el poder, sino haciendo lo correcto. Es una filosofía exigente, pero cuya felicidad y satisfacción son muy intensas.

8. Tenemos obligaciones éticas para con nuestra comunidad

No sólo con respecto a nuestros amigos y familia, sino también con la humanidad. A menudo estás obligaciones chocarán entre sí, pero no por ello debemos dejar de planteárnoslas y de tener en cuenta al resto de habitantes del planeta.

Publicado en El Confidencial

lunes, 19 de mayo de 2014

El Test de Krauss. Las 10 preguntas que te dicen si estás dejando huella en la vida.

Nuestras acciones, aunque también nuestras omisiones, dejan un rastro que va más allá de lo personal para influir en el entorno social. Somos lo que hacemos y las huellas que vamos dejando atrás son el reflejo de nuestro impacto, ya sea positivo o negativo, así como más o menos trascendente. Se trata de lo que la psicóloga Susan Krauss Whitbournedenomina “huella de vida” en su último ensayo, The Search for Fulfillment(Ballantine Books).



Recurriendo a una analogía con el concepto de la huella de carbono, Krauss acuña así este término para designar el rastro que nuestras acciones dejan en la gente que nos rodea. Estas huellas de vida, que lógicamente están más presentes en las personas cercanas, nos dan pistas de la forma mediante la que nos relacionamos con los demás. Hasta las decisiones o comentarios más insignificantes pueden tener consecuencias a largo plazo en la gente que nos rodea, lo que entronca con el famoso efecto mariposa de la teoría del caos.

Una causa y efecto que puede producir tanto resultados positivos como negativos. A no ser que alguien esté encuadrado dentro de la tipología de laspersonalidades tóxicas, la finalidad de todo el mundo consiste en dejar unahuella de vida positiva. Es por ello que antes de tomar una decisión valoramos los perjuicios o beneficios que causará en los demás.

El test de Krauss

Para medir el verdadero impacto de nuestra huella de vida, la psicóloga de la Universidad de Massachusetts ha elaborado un test con diez preguntas. Cada una de ella debe puntuarse utilizando la escala numérica del 1 (muy en desacuerdo) al 5 (muy de acuerdo). Si la puntuación final se acerca más los 40 puntos que a los 20 es que camina en la buena dirección para dejar una huella positiva. En cambio, si se aleja de esta cifra, apunta Krauss, debemos replantearnos cómo nos relacionamos con nuestros amigos y familiares, compañeros de trabajo y hasta con los desconocidos que se cruzan en nuestras vidas sólo por un instante.

1. Otras personas me dan las gracias por cómo los he ayudado cuando pasaban por situaciones difíciles.

2. Las tareas que realizo, tanto en el trabajo como en casa o cualquier otra institución, mejoran la vida de los demás.

3. Un amigo de un amigo se ha sentido influido positivamente por algo que yo he hecho.

4. Creo que tengo muchas cosas positivas que aportar a los demás y hago todo lo necesario para que sea así.

5. Para mí es importante que mi familia piense que la apoyo y que estoy ahí para ayudar cuando sea necesario.

6. Me he enterado que una conversación mantenida con alguien fue el germen para motivarla y que luego consiguiese un objetivo importante para él o solucionase un problema.

7. Puedo afirmar de forma honesta que mi trabajo o mi papel en la familia o grupo de amigos tiene un impacto positivo en los demás.

8. Cuando me marco metas tengo más en cuenta el efecto positivo que tendrán en otras personas que las recompensas materiales para mí.

9. Soy consciente de que cada una de mis decisiones, acciones o comentarios pueden tener una gran influencia en los demás, tanto positiva como negativa.

10. Se me ocurren varios casos en los mis consejos ayudaron a alguien a tomar una buena decisión.

Nunca es tarde para cambiar

El hedonismo y el individualismo, tan presentes en las sociedades modernas, con unos acelerados ritmos de vida y una corrompida idolatría a la competitividad, pueden anular la capacidad de empatizar con las personas de nuestro entorno. Los sociólogos se refieren a este aislamiento e impotencia para entablar relaciones empáticas con el grupo como anomia. Cierto es que cada vez está más extendida, pero con esfuerzo e interés se puede revertir la situación.

Dejarnos ayudar por los demás es otra forma de dejar una huella positiva en ellos. Aunque en el test de Krauss no se incluyen preguntas con este enfoque, la autora apunta en su ensayo que “reconocerle a los demás lo que han hecho por nosotros influye positivamente en su bienestar”. Nos ayudan y, al agradecérselo, los ayudamos a ellos al mismo tiempo.

Para la psicóloga nunca es tarde si uno quiere cambiar. “Pensemos en las consecuencias de nuestras decisiones, en el potencial que tenemos para influir en los demás, y centrémonos en lo bueno, porque a largo plazo nos beneficia a todos”, añade. Por tanto, hay que reflexionar antes de actuar y mantener a raya las emociones más viscerales.


sábado, 17 de mayo de 2014

'Un paso de gigante' por Francesc Miralles




Una de las máximas más célebres del pensamiento oriental es la de Lao-Tsé: “Un viaje de mil millas empieza con el primer paso”. Fácil de decir, pero difícil de hacer, ya que a menudo realizar el primer movimiento cuesta más que cubrir las millas finales.

Empezar cualquier cosa exige una importante concentración de energía, como un cohete que gasta buena parte del combustible en el despegue. Sobre todo si se trata de algo que no hemos hecho nunca, como tocar un instrumento o iniciar una dieta, por ejemplo, dedicamos más tiempo a pensar “debería hacer…” que a ponerlo en práctica.

Meditar en una tarea pendiente agota más que trabajar en sí, pero, incluso cuando ya hemos empezado, el siguiente reto es mantener la hoja de ruta que nos llevará hasta la meta elegida.

Vamos a conocer las claves para hacerlo posible.


Para empezar bien.
Así como los astronautas se preparan a conciencia antes de ser lanzados al espacio, a muy pequeña escala es útil iniciar el día con un breve ejercicio de motivación para las horas que tenemos por delante.

Jane Ehrman, coach de la clínica Cleveland de medicina integrativa, propone esta rutina de cinco minutos diarios para empezar la jornada enfocados hacia aquello que queremos conseguir.

Durante un minuto nos centraremos en la respiración, sintiendo cómo el aire entra y sale por las fosas nasales. Esto ayuda a calmar la mente y a detener las cavilaciones. Cuando nuestro pensamiento se desvíe, devolveremos el foco a la respiración.

Acto seguido visualizaremos todo lo que merece nuestra gratitud: el hecho de estar vivos, poder experimentar placeres, tener un trabajo o al menos la oportunidad de usar nuestras habilidades, disfrutar de personas que nos cuidan o que dotan de sentido nuestra existencia.

Al activar la gratitud, disiparemos los pensamientos negativos. Ahora sentimos cómo una sonrisa aflora de forma natural en nuestro rostro y dejamos de fruncir el ceño. Tomaremos conciencia de las posibilidades de esta jornada y pensaremos en el objetivo prioritario que nos hemos fijado para hoy.

Este ejercicio matinal de cinco minutos tiene varios propósitos. Por una parte, empezar el día de forma relajada y optimista. Por otra, determinar la pequeña meta que, por mucho que se compliquen el resto de cosas, va a dar sentido a la jornada.

Una vez al día hace milagros.

Hace unas décadas estuvieron de moda los cursos de autoaprendizaje con títulos tan ambiciosos como Aprenda alemán en diez días. Pocos lectores tenían fe en un milagro así en un tiempo tan corto. Tal vez por eso, la inmensa mayoría tiraba la toalla antes de asimilar los rudimentos de la lengua en cuestión.

No obstante, ¿qué pensaría usted si le dijeran que aprendiendo solo una palabra al día, en ocho meses tendrá el mismo vocabulario que un joven nativo?

Si atendemos a las estadísticas, no es una promesa sin fundamento. Se ha calculado que el ciudadano medio español no utiliza más de mil palabras en sus conversaciones, y que a muchos jóvenes les basta con 240 palabras para expresarse en cualquier situación.

Según esto, una persona que se esforzara en memorizar un término extranjero al día, mientras va repasando el léxico anterior y práctica la gramática, al cabo de ocho meses –algo menos que un curso escolar– podría hablar el idioma como un adolescente.

¿No es un reto atractivo?

La misma dieta de uno por día puede aplicarse a muchos otros desafíos que, planteados así, están a nuestro alcance:

Una breve sesión de ejercicios, aunque se limite a un cuarto de hora, si se practica diariamente, producirá en pocas semanas un cambio más que notable en nuestra forma física y tono vital.

Un desayuno saludable cada mañana no solo ayuda a mantener el peso óptimo, sino que nos procurará la energía necesaria para lograr un buen estado de ánimo de cara a otros retos.

Un sueño reparador de al menos siete horas cada noche promueve asimismo un estado de concentración que facilita conseguir lo que nos hemos propuesto.


Resistir es ganar.

Muchas personas echan a correr hacia un objetivo que luego abandonan al primer contratiempo, o incluso sin que haya ninguno. La invisible pero implacable fricción del tiempo hace que los mejores propósitos pinchen antes de empezar a ver los frutos.

Acostumbrados como estamos a la inmediatez, el solo hecho de que los resultados se hagan esperar contribuye al abandono.

¿Cuántas novelas se dejan de escribir después de las febriles primeras páginas? ¿Por qué hay tantas personas que, tras darse de baja, vuelven a inscribirse en el gimnasio el año siguiente?

En la filosofía de “un paso firme cada día”, resistir es ganar. Aquel que mantiene su objetivo y va sumando un pequeño esfuerzo diario, incluso los días que invitan a no hacer nada, conseguirá casi todo lo que se proponga.

Acerca de esto, el periodista y escritor Ignacio Novo hace un símil entre las metas que se consiguen paso a paso y una expedición a la montaña:

“Comprométete con tu meta como si te casaras con ella. No te quites mentalmente nunca las botas de caminar. Prepárate para padecer, y no solo la abrupta dureza del camino o las inclemencias del tiempo, sobre todo la incomprensión de los perezosos que intentarán que renuncies. Descarta los atajos y los rodeos. No tengas miedo a las subidas y controla tu ritmo en las bajadas. Exígete todos los días un paso más, aun cuando estés ya vacío de energía”.

Son muchos los obstáculos que se pueden encontrar y que pueden frustrar el ascenso a la cumbre. Veamos algunos.



Pereza. Tiene numerosas causas, entre ellas la ausencia de novedad, cuando ya hemos demostrado que somos capaces de empezar. La falta de sueño –aunque parezca obvio– y/o una alimentación pesada ayudan también a anestesiar nuestros propósitos.

Dispersión. La sobredosis de estímulos, muy especialmente a través de las redes sociales, es un martillo que acaba destrozando los planes más firmes. El carácter hipnótico de estas plataformas no solo nos sustrae de aquello que queremos hacer, sino que agota nuestra capacidad de atención al entrar y salir constantemente de Facebook, Twitter o del correo electrónico.

Dudas. Cuando empezamos a preguntarnos si hemos tomado el camino correcto o si no habrá otro mejor, nuestro paso se vuelve más lento y pesado. Es lícito y sano dudar cuando estamos fraguando un proyecto, pero, una vez en la senda, permitamos ver adónde nos lleva.

Ignacio Novo menciona en su libro Frases para cambiar tu vida un pensamiento de Lao-Tsé, con quien hemos empezado este artículo, para entender las claves secretas de cualquier travesía: “Proyecta lo difícil partiendo de donde aún es fácil. Realiza lo grande partiendo de donde aún es pequeño. Todo lo difícil comienza siempre fácil. Todo lo grande comienza siempre pequeño”.

Es una lúcida reflexión para calzarnos las botas y emprender, paso a paso, la senda hacia lo que ayer parecía imposible. Disfrute usted del camino.