Votar en unas elecciones, elegir pareja, invertir en Bolsa o cometer un delito son decisiones humanas que, para bien y para mal, tienen más que ver con la emoción que con la razón. A la luz de la neurociencia se está viendo que las emociones condicionan nuestra voluntad, hasta tal punto que “una persona que tiene pocas emociones se encuentra con un panorama muy plano a la hora de tomar decisiones”, dice Ignacio Morgado, catedrático de Neurobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Los neurocientíficos han observado que cuando ciertas zonas del cerebro están lesionadas la gente es incapaz de generar respuestas emocionales, y que esto deteriora la capacidad para tomar decisiones ventajosas para el sujeto e incluso actuar con arreglo a unos principios éticos.
En el cerebro hay dos áreas principales relacionadas con las emociones que al lesionarse comprometen la toma de decisiones. Estas dos áreas, denominadas la amígdala y la corteza prefrontal ventromedial (VMF), tienen mecanismos distintos, como indica un trabajo publicado en Journal of Neuroscience. “En la vida real, los dos tipos de pacientes muestran dos tipos de deficiencias en las toma de decisiones”, indica Antoine Bechara, autor de la investigación y profesor de Neurología de la Universidad de Iowa, EEUU.
Las personas con la amígdala dañada tienen problemas para rellenar de contenido emocional un suceso en principio neutro. Caminar por una carretera es en principio un suceso neutro, pero si una persona es atracada en esa carretera, inevitablemente sentirá miedo cuando vuelva a pasar por allí. Sin embargo, los pacientes que tienen lesionada la amígdala son incapaces de asociar ese lugar con el miedo, con lo que no evitarían ese peligro.
A diferencia de estos, los pacientes con la corteza VMF lesionada no tienen problemas en crear asociaciones sencillas con las distintas emociones. Su caso es más complejo, según Bechara, y se relaciona con situaciones que implican una recompensa inmediata y consecuencias a largo plazo. Bechara pone el ejemplo de alguien a quien se quiere sobornar para que robe unos documentos. Esta situación confronta dos tipos de señales emocionales: una positiva (la recompensa económica), y otra negativa (el miedo a ir a la cárcel). Si la señal positiva es más fuerte, el sujeto puede cometer el deliro. Los pacientes con daño en la corteza no toman en consideración los efectos de su acción en el futuro.
El daño en la región VMF suele comprometer las decisiones sobre asuntos financieros o de relaciones sociales, pero no las decisiones que ponen en peligro la propia integridad o la de los demás, como les ocurre a los pacientes con la amígdala lesionada.
El lóbulo frontal es responsable de las llamadas funciones ejecutivas. Suponen unas de las funciones de mayor complejidad en cuanto a su definición se refiere. Suponen la capacidad organizativa, de planificación, razonamiento abstracto, solución de problemas, entre otras.
Detallamos dichas funciones:
· Capacidad de concentración, planificación y secuenciación de acciones en forma concreta (Zalla et al. 2003).
· Capacidad de anticipación respecto al futuro inmediato y visualizar las consecuencias de nuestros actos (Gilbert et al. 2004).
· Replantear las situaciones, flexibilidad mental de acuerdo al desarrollo de los planes (Hornak et al. 2004).
· La capacidad para pensar acciones alternativas y visualizar las posibilidad de éxito (Gómez et al. 2005).
· Solución de problemas.
· Valorar la viabilidad de emprender acciones desde distintos puntos de vista, tanto económico, como social o moral (Moll et al. 2002).
El conocimiento consciente no es suficiente para tomar decisiones que sean ventajosas y por ello la “teoría del marcador somático”, de Damasio.
Existe una teoría neurológica completa que describe los distintos roles que desempeñan las distintas estructuras del cerebro en el procesamiento de la información que conduce a la toma de una decisión. La idea es que en la toma de decisiones el rol de la corteza prefrontal es que trata de reunir la información que está siendo procesada en dos sistemas neurales amplios. Uno es importante para la memoria de trabajo, y hay diversas estructuras que tienen un papel fundamental en este proceso, como las áreas dorso-laterales de la corteza prefrontal y también están los sistemas que se vinculan con la información que proviene de las vísceras o de las estructuras neurales que causan cambios viscerales como el hipotálamo y gran parte de los centros autonómicos del tronco encefálico y otras áreas que tienen que ver con la corteza posterior. Todas ellas desempeñan un papel en el procesamiento de la información afectiva o emocional.
Durante la toma de decisiones hay una señal somática o emocional que es disparada por el cuerpo. Hay cambios en el ritmo cardiaco, en lo que uno siente en el estómago, y estas señales que vienen del corazón y de las vísceras desempeñan un papel, ofrecen un mecanismo de feedback que tiene influencia sobre las estructuras al nivel de la corteza y por lo tanto influyen sobre las decisiones.
El sistema de neurotransmisores como Dopamina, Serotonina, Acetilcolina, desempeñan un papel en la transmisión de estas señales que provienen del cuerpo y llegan al cerebro para influir o sesgar nuestras decisiones, habitualmente de manera ventajosa.
A modo de conclusión las emociones desempeñan un rol fundamental en la interacción entre las condiciones ambientales y el proceso de toma de decisión humanos porque los sistemas neuronales que llevan esas señales emocionales nos dan un conocimiento valioso, implícito o explícito, para tomar decisiones rápidas y a menudo ventajosas.
No siempre la emoción es beneficiosa y una de las cuestiones que tratamos de entender es en qué condiciones o circunstancias las emociones son de ayuda y en qué condiciones ya no lo son, y son disruptivas.
Sin embargo, no podemos obviar el hecho de que los mecanismos cerebrales involucrados en los procesos de generación de señales emocionales desarrollan y juegan un papel fundamental en la toma de decisiones.
La “teoría del marcador somático” nos explica la razón de aquellas personas incapaces de tomar decisiones ventajosas para la vida real. Según esta teoría, la corteza orbitaria ventromedial sería fundamental para esta función, ya que sin ella los pacientes no aprenden de la experiencia emocional para tomar decisiones y por tanto no anticipan las consecuencias de sus actos, siendo dados a las respuestas inmediatas. Igualmente la toma de decisiones se correlaciona con funciones ejecutivas como la planificación y la memoria de trabajo.
Respecto a la medida de la toma de decisiones, se trata de uno de los procesos más complejos de abordar en un contexto psicométrico, ya que la calidad de las decisiones viene en gran medida determinada por la subjetividad del individuo. No obstante, se han llevado a cabo importantes progresos en la creación de paradigmas capaces de evaluar el rendimiento en toma de decisiones en condiciones de riesgo explícito (Tarea de Ganancias con Riesgo, Leland et al. 2005; Tarea del Juego del Dado, Brand et al. 2007) y en condiciones de ambigüedad e incertidumbre sobre posibles recompensas y castigos (Iowa Gambling Task). Una línea creciente es la creación de tests de decisiones de preferencia (Tarea del Apartamento, Fellows y Farah, 2007), en los que la variable clave es el grado de consistencia en el patrón de decisiones.
Belén Jiménez
Neuropsicóloga & Coach
Coach Integral Services Consultora
Belén Jiménez
Neuropsicóloga & Coach
Coach Integral Services Consultora
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