Una de las máximas más célebres del pensamiento oriental es la de Lao-Tsé: “Un viaje de mil millas empieza con el primer paso”. Fácil de decir, pero difícil de hacer, ya que a menudo realizar el primer movimiento cuesta más que cubrir las millas finales.
Empezar cualquier cosa exige una importante concentración de energía, como un cohete que gasta buena parte del combustible en el despegue. Sobre todo si se trata de algo que no hemos hecho nunca, como tocar un instrumento o iniciar una dieta, por ejemplo, dedicamos más tiempo a pensar “debería hacer…” que a ponerlo en práctica.
Meditar en una tarea pendiente agota más que trabajar en sí, pero, incluso cuando ya hemos empezado, el siguiente reto es mantener la hoja de ruta que nos llevará hasta la meta elegida.
Vamos a conocer las claves para hacerlo posible.
Para empezar bien.
Así como los astronautas se preparan a conciencia antes de ser lanzados al espacio, a muy pequeña escala es útil iniciar el día con un breve ejercicio de motivación para las horas que tenemos por delante.
Jane Ehrman, coach de la clínica Cleveland de medicina integrativa, propone esta rutina de cinco minutos diarios para empezar la jornada enfocados hacia aquello que queremos conseguir.
Durante un minuto nos centraremos en la respiración, sintiendo cómo el aire entra y sale por las fosas nasales. Esto ayuda a calmar la mente y a detener las cavilaciones. Cuando nuestro pensamiento se desvíe, devolveremos el foco a la respiración.
Acto seguido visualizaremos todo lo que merece nuestra gratitud: el hecho de estar vivos, poder experimentar placeres, tener un trabajo o al menos la oportunidad de usar nuestras habilidades, disfrutar de personas que nos cuidan o que dotan de sentido nuestra existencia.
Al activar la gratitud, disiparemos los pensamientos negativos. Ahora sentimos cómo una sonrisa aflora de forma natural en nuestro rostro y dejamos de fruncir el ceño. Tomaremos conciencia de las posibilidades de esta jornada y pensaremos en el objetivo prioritario que nos hemos fijado para hoy.
Este ejercicio matinal de cinco minutos tiene varios propósitos. Por una parte, empezar el día de forma relajada y optimista. Por otra, determinar la pequeña meta que, por mucho que se compliquen el resto de cosas, va a dar sentido a la jornada.
Una vez al día hace milagros.
Hace unas décadas estuvieron de moda los cursos de autoaprendizaje con títulos tan ambiciosos como Aprenda alemán en diez días. Pocos lectores tenían fe en un milagro así en un tiempo tan corto. Tal vez por eso, la inmensa mayoría tiraba la toalla antes de asimilar los rudimentos de la lengua en cuestión.
No obstante, ¿qué pensaría usted si le dijeran que aprendiendo solo una palabra al día, en ocho meses tendrá el mismo vocabulario que un joven nativo?
Si atendemos a las estadísticas, no es una promesa sin fundamento. Se ha calculado que el ciudadano medio español no utiliza más de mil palabras en sus conversaciones, y que a muchos jóvenes les basta con 240 palabras para expresarse en cualquier situación.
Según esto, una persona que se esforzara en memorizar un término extranjero al día, mientras va repasando el léxico anterior y práctica la gramática, al cabo de ocho meses –algo menos que un curso escolar– podría hablar el idioma como un adolescente.
¿No es un reto atractivo?
La misma dieta de uno por día puede aplicarse a muchos otros desafíos que, planteados así, están a nuestro alcance:
Una breve sesión de ejercicios, aunque se limite a un cuarto de hora, si se practica diariamente, producirá en pocas semanas un cambio más que notable en nuestra forma física y tono vital.
Un desayuno saludable cada mañana no solo ayuda a mantener el peso óptimo, sino que nos procurará la energía necesaria para lograr un buen estado de ánimo de cara a otros retos.
Un sueño reparador de al menos siete horas cada noche promueve asimismo un estado de concentración que facilita conseguir lo que nos hemos propuesto.
Resistir es ganar.
Muchas personas echan a correr hacia un objetivo que luego abandonan al primer contratiempo, o incluso sin que haya ninguno. La invisible pero implacable fricción del tiempo hace que los mejores propósitos pinchen antes de empezar a ver los frutos.
Acostumbrados como estamos a la inmediatez, el solo hecho de que los resultados se hagan esperar contribuye al abandono.
¿Cuántas novelas se dejan de escribir después de las febriles primeras páginas? ¿Por qué hay tantas personas que, tras darse de baja, vuelven a inscribirse en el gimnasio el año siguiente?
En la filosofía de “un paso firme cada día”, resistir es ganar. Aquel que mantiene su objetivo y va sumando un pequeño esfuerzo diario, incluso los días que invitan a no hacer nada, conseguirá casi todo lo que se proponga.
Acerca de esto, el periodista y escritor Ignacio Novo hace un símil entre las metas que se consiguen paso a paso y una expedición a la montaña:
“Comprométete con tu meta como si te casaras con ella. No te quites mentalmente nunca las botas de caminar. Prepárate para padecer, y no solo la abrupta dureza del camino o las inclemencias del tiempo, sobre todo la incomprensión de los perezosos que intentarán que renuncies. Descarta los atajos y los rodeos. No tengas miedo a las subidas y controla tu ritmo en las bajadas. Exígete todos los días un paso más, aun cuando estés ya vacío de energía”.
Son muchos los obstáculos que se pueden encontrar y que pueden frustrar el ascenso a la cumbre. Veamos algunos.
Pereza. Tiene numerosas causas, entre ellas la ausencia de novedad, cuando ya hemos demostrado que somos capaces de empezar. La falta de sueño –aunque parezca obvio– y/o una alimentación pesada ayudan también a anestesiar nuestros propósitos.
Dispersión. La sobredosis de estímulos, muy especialmente a través de las redes sociales, es un martillo que acaba destrozando los planes más firmes. El carácter hipnótico de estas plataformas no solo nos sustrae de aquello que queremos hacer, sino que agota nuestra capacidad de atención al entrar y salir constantemente de Facebook, Twitter o del correo electrónico.
Dudas. Cuando empezamos a preguntarnos si hemos tomado el camino correcto o si no habrá otro mejor, nuestro paso se vuelve más lento y pesado. Es lícito y sano dudar cuando estamos fraguando un proyecto, pero, una vez en la senda, permitamos ver adónde nos lleva.
Ignacio Novo menciona en su libro Frases para cambiar tu vida un pensamiento de Lao-Tsé, con quien hemos empezado este artículo, para entender las claves secretas de cualquier travesía: “Proyecta lo difícil partiendo de donde aún es fácil. Realiza lo grande partiendo de donde aún es pequeño. Todo lo difícil comienza siempre fácil. Todo lo grande comienza siempre pequeño”.
Es una lúcida reflexión para calzarnos las botas y emprender, paso a paso, la senda hacia lo que ayer parecía imposible. Disfrute usted del camino.
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