lunes, 19 de mayo de 2014

El Test de Krauss. Las 10 preguntas que te dicen si estás dejando huella en la vida.

Nuestras acciones, aunque también nuestras omisiones, dejan un rastro que va más allá de lo personal para influir en el entorno social. Somos lo que hacemos y las huellas que vamos dejando atrás son el reflejo de nuestro impacto, ya sea positivo o negativo, así como más o menos trascendente. Se trata de lo que la psicóloga Susan Krauss Whitbournedenomina “huella de vida” en su último ensayo, The Search for Fulfillment(Ballantine Books).



Recurriendo a una analogía con el concepto de la huella de carbono, Krauss acuña así este término para designar el rastro que nuestras acciones dejan en la gente que nos rodea. Estas huellas de vida, que lógicamente están más presentes en las personas cercanas, nos dan pistas de la forma mediante la que nos relacionamos con los demás. Hasta las decisiones o comentarios más insignificantes pueden tener consecuencias a largo plazo en la gente que nos rodea, lo que entronca con el famoso efecto mariposa de la teoría del caos.

Una causa y efecto que puede producir tanto resultados positivos como negativos. A no ser que alguien esté encuadrado dentro de la tipología de laspersonalidades tóxicas, la finalidad de todo el mundo consiste en dejar unahuella de vida positiva. Es por ello que antes de tomar una decisión valoramos los perjuicios o beneficios que causará en los demás.

El test de Krauss

Para medir el verdadero impacto de nuestra huella de vida, la psicóloga de la Universidad de Massachusetts ha elaborado un test con diez preguntas. Cada una de ella debe puntuarse utilizando la escala numérica del 1 (muy en desacuerdo) al 5 (muy de acuerdo). Si la puntuación final se acerca más los 40 puntos que a los 20 es que camina en la buena dirección para dejar una huella positiva. En cambio, si se aleja de esta cifra, apunta Krauss, debemos replantearnos cómo nos relacionamos con nuestros amigos y familiares, compañeros de trabajo y hasta con los desconocidos que se cruzan en nuestras vidas sólo por un instante.

1. Otras personas me dan las gracias por cómo los he ayudado cuando pasaban por situaciones difíciles.

2. Las tareas que realizo, tanto en el trabajo como en casa o cualquier otra institución, mejoran la vida de los demás.

3. Un amigo de un amigo se ha sentido influido positivamente por algo que yo he hecho.

4. Creo que tengo muchas cosas positivas que aportar a los demás y hago todo lo necesario para que sea así.

5. Para mí es importante que mi familia piense que la apoyo y que estoy ahí para ayudar cuando sea necesario.

6. Me he enterado que una conversación mantenida con alguien fue el germen para motivarla y que luego consiguiese un objetivo importante para él o solucionase un problema.

7. Puedo afirmar de forma honesta que mi trabajo o mi papel en la familia o grupo de amigos tiene un impacto positivo en los demás.

8. Cuando me marco metas tengo más en cuenta el efecto positivo que tendrán en otras personas que las recompensas materiales para mí.

9. Soy consciente de que cada una de mis decisiones, acciones o comentarios pueden tener una gran influencia en los demás, tanto positiva como negativa.

10. Se me ocurren varios casos en los mis consejos ayudaron a alguien a tomar una buena decisión.

Nunca es tarde para cambiar

El hedonismo y el individualismo, tan presentes en las sociedades modernas, con unos acelerados ritmos de vida y una corrompida idolatría a la competitividad, pueden anular la capacidad de empatizar con las personas de nuestro entorno. Los sociólogos se refieren a este aislamiento e impotencia para entablar relaciones empáticas con el grupo como anomia. Cierto es que cada vez está más extendida, pero con esfuerzo e interés se puede revertir la situación.

Dejarnos ayudar por los demás es otra forma de dejar una huella positiva en ellos. Aunque en el test de Krauss no se incluyen preguntas con este enfoque, la autora apunta en su ensayo que “reconocerle a los demás lo que han hecho por nosotros influye positivamente en su bienestar”. Nos ayudan y, al agradecérselo, los ayudamos a ellos al mismo tiempo.

Para la psicóloga nunca es tarde si uno quiere cambiar. “Pensemos en las consecuencias de nuestras decisiones, en el potencial que tenemos para influir en los demás, y centrémonos en lo bueno, porque a largo plazo nos beneficia a todos”, añade. Por tanto, hay que reflexionar antes de actuar y mantener a raya las emociones más viscerales.


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